Katmandú, ubicada en un valle custodiado por la majestuosa cordillera del Himalaya, seduce a sus visitantes con su fascinante patrimonio histórico, sus bulliciosos mercados y su espectacular belleza natural.
La capital de Nepal es toda una aventura para los sentidos. Sus calles rebosantes de color son un constante torbellino de motos, rickshaws y comerciantes locales, que inundan el ambiente con una sinfonía de sonidos y olores. Su cercanía al mítico Everest la convierten en una parada imprescindible para los más intrépidos, pero su rica cultura la consagra como un destino cautivador por derecho propio.
Lejos del ajetreo de los vendedores ambulantes y el claxon de los coches se halla el templo Pashupatinath, uno de los lugares religiosos más venerados de Katmandú. Este enclave situado a orillas del sagrado río Bagmati y declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco es el punto de partida perfecto para explorar la ciudad. Está considerado uno de los complejos religiosos más antiguos y sagrados del sur de Asia, cuyos muros albergan una impresionante pagoda nepalí de dos pisos coronada por un tejado dorado, con puertas chapadas en plata y delicadas tallas de madera.
Katmandú y sus alrededores esconden otros monumentos que forman parte del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco, entre los que se encuentran las tres fascinantes plazas Durbar (palacio real) que bien merecen recorrer esta dinámica región. La plaza Durbar de Katmandú, la más céntrica de las tres, es un auténtico museo al aire libre de la arquitectura tradicional newar situado en el corazón histórico de la ciudad. Recorra este evocador conjunto de templos, palacios, santuarios y patios rodeado de los aromas y el bullicio de los vendedores de flores e incienso.
En la plaza Durbar de Patan, al sur del centro de la ciudad, descubrirá un ambiente más ordenado y tranquilo. Contemple a los artesanos en plena labor y disfrute de la música tradicional que inunda el ambiente mientras admira sus extraordinarios templos y palacios, como el templo Mahabouddha de terracota, o las minuciosas tallas de piedra y la iconografía del complejo del Palacio Real. A unos trece kilómetros al este de Katmandú se encuentra la plaza Durbar de Bhaktapur, que alberga el elegante Palacio de las 55 ventanas, célebres por sus tallas ornamentadas en madera de sándalo.
Los alrededores de Katmandú también esconden numerosos parajes naturales de incomparable belleza. Explore las cumbres nevadas del Parque Natural de Langtang, hogar de pandas rojos y leopardos de las nieves, o ascienda al pico Nagarjuna para disfrutar de las increíbles vistas panorámicas que ofrece del valle de Katmandú.
La riqueza cultural de Katmandú se refleja en su gastronomía, en la que las influencias nepalíes, tibetanas e indias se mezclan para dar lugar a deliciosos platos. El dal bhat, un contundente plato de arroz con sopa de lentejas, y los momos, dumplings al vapor rellenos de carne o verduras, son dos pilares de la cocina de la zona, mientras que el chatamari (tortitas saladas al estilo newar) y el sel roti (pan dulce frito) representan dos de los aperitivos más exquisitos del país.
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